“-Mami, ¿qué es ganar una (apuesta) triple?
-Es cuando alguien te quiere… mucho”
Hay momentos es los que, aunque pueda parecer ligeramente exagerado, no encuentro las palabras adecuadas para transmitir una emoción tal y como mi cuerpo la ha experimentado. Describir algo tan asumido por nuestro subconsciente como resulta el rechazo de quien amas en silencio se me hace tan cuesta arriba que aún dudo de mis posibilidades reales de contarte lo que quiero. La comodidad de convivir con la persona que un día elegiste te hace olvidar el dolor tan intenso que se reproduce instantáneamente en nuestro interior cuando ves a quien deseas rozar sus labios con los de alguien que no eres tú. En la distancia, quizás escondido entre las sombras de una noche que preferirías no estar viviendo, observas el devenir pausado de sus manos a los largo de un cuerpo que no es el tuyo y, lo quieras o no, te imaginas el resto. Cierras los ojos para borrar esa imagen de tus retinas. Es entonces cuando el ritmo cardíaco se dispara, se descompasa con la cadencia de cada soplo de aire y el propio organismo entra en un estado de caos. En la distancia que supone el no sentirse correspondido terminas reconociendo, con la mirada fija en el suelo, que es lógico que tu lugar lo ocupe alguien más guapo, más alto y más rubio que tú. En esas ocasiones la decepción nos hace olvidar que las oportunidades que nos regala la vida no se pierden, sólo las aprovechan otros.
Je vous trouve très beau (traducida al español como Eres muy guapo, 2006). Esta sencilla historia de segundas oportunidades gira en torno a Aymé (Michel Blanc), un campesino francés que pierde a su esposa en un accidente. Superada la pena inicial que toda pérdida causa, el tosco protagonista centra su preocupación en lo arduo que se le hará el trabajo ahora que ella ya no está. ¡Hombres! Consciente de que en un pueblo tan pequeño como el suyo las posibilidades de encontrar ayuda para su granja son tan escasas como las de hallar a una nueva compañera, Aymé recurre a los servicios de una agencia matrimonial. [...]. Bueno, no dudo de la dureza de afrontar en soledad la monótona vida que este rudo personaje acostumbraba a compartir con su esposa, pero no disculpo con ello la relación de conveniencia de quien decide pagar con techo y comida sólo por no sentirse abandonado a su suerte. Gracias a la excéntrica directora de la agencia matrimonial, quien lejos de recluir a una francesita en busca de amor entre esas cuatro paredes le recomienda como mejor opción Rumania, ambos emprenden un viaje a un país en el que una gran cantidad de mujeres, con sueños de pasarela, están dispuestas a cumplir sus deseos sin rechistar con tal de salir de la pobreza que las rodea. En este contexto tan cómico como real, el encuentro con Elena (Medeea Marinescu), la única mujer que no le miente sobre su aspecto físico, será el punto de partida de un cambio de vida radical en el que el sentimiento de culpa por lo que se podría considerar una compra conduce con delicadeza la acción. Extraordinaria.
El silencio más absoluto me asusta. Me hace sentir tremendamente sola aún estando acompañada. Algun día perderé el gusto por los pequeños placeres pero, hasta que ese momento llegue, esta película de tonalidades azules en las que la engañosa luna tiñe de blanco las solitarias noches me hace recordar que la valía de quien ama reside en aquello que sólo sus ojos ven. Hoy no necesito más.