viernes, 25 de diciembre de 2009

0,50 gramos de "Moralina Siglo XXI"

Echando un vistazo hace un par de días a la prensa, por mera curiosidad me detuve en el apartado dedicado a sexualidad... sí, idiota, por curiosidad. Además de las típicas preguntas de adolescentes en plena efervescencia que se creen maduros por el simple hecho de mantener relaciones sexuales con quien promete ser el amor de su vida, me sorprendió la pregunta de una mujer de vida supuestamente estable sobre el llamado "compromiso de libertad". ¿Compromiso de libertad? Está claro que debo ponerme al día.

El caso es que a esta señora se le quedaba corto el sexo con su marido y decía sentir la "necesidad" de disfrutar con otros hombres, no por amor ni por insatisfacción o lujuria, simple y llanamente como práctica sexual complementaria a la de "andar por casa". A todo esto, su pareja estaba de acuerdo... ¡cómo para no estarlo! La sexóloga, Pilar Cristóbal, reconoció esta práctica, para mí hasta ese momento de nombre desconocido, como parte del juego sexual del que gozan las parejas con plena confianza en los aspectos fundamentales de su unión. Es cierto que hacía hincapié en el grado máximo de confianza como requisito imprescindible para que el "compromiso de libertad" no acabara con el futuro de la pareja, pero ni criticaba ni reprendía, sólo explicaba.

Las voces de mis compañeras de trabajo no se hicieron de esperar una vez comentada la noticia durante el café. Que si "qué barbaridad", que si "adónde vamos a llegar", que si "se confunde libertad con libertinaje" (¡menuda frase desfasada!), que si "yo nunca lo haría", que "eso es cosa de guarras" (¿guarras?, ¿es ése el eufemismo que se utiliza ahora para descalificar a alguien que hace uso de su libertad sexual?, sí, definitivamente debo ponerme al día). Golpes de pecho. Eso es lo que observé mientras ellas hablaban, golpes de pecho que hacían las veces de buque insignia de la "moralina del siglo XXI". Lástima que en temas sexuales mi quinta, aún más temprano que tarde, suele sacar a relucir esa doble moralidad maliciosa heredada de los modelos de comportamientos de nuestros padres y abuelos.

¿Mi opinión? Difícil de explicar sin ganarme algún que otro adjetivo DES-calificativo que, de seguro, no merezco. Veamos. La vida es larga, aunque nunca lo suficiente. Demasiado cruel en ocasiones. En otras considerablemente vacía, monótona, triste, rutinaria, casi carente de sentido. No sé, dame un argumento convincente. ¿O es que aún serás capaz de reconocer, no ya a mí, si no a ti mismo/a que puedes renunciar fácilmente a nuevos sabores, colores y texturas?

Sí, claro, claro, todos podemos, cualquiera puede. En estos casos boquita cerrada, caladas a un cigarro que parece interminable y mirada al infinito. ¡Ayyy, la doble moralidad imperante! Nada, como bien dice mi suegra, el AMOR es respeto, respeto, respeto, respeto, respeto, respeto, respeto, respeto, respeto y confianza plena. Todo lo demás... Bueno, lo demás es lo que nos llevaremos a la tumba...

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