viernes, 25 de diciembre de 2009

Epitafio al deseo

"Nada, una vez alcanzado, causa tanto placer como cuando se desea"
(Plinio el Joven)

Yo. Abandonada a mi suerte. Desamparada. Desangelada. Desarropada por sus brazos. Por su boca. Por su sexo. Convertida en una extraña encarcelada dentro de mi propio cuerpo. Despechada. Intercambiada por otro yo. Insulso. Borroso. Fingido.
Tú. Callas. Como siempre callas. De puntillas. Como un vulgar ladrón. Apareces escondido bajo una nueva forma que detesto. Bajo una nueva e indefinida forma que no entiende ni de tiempos ni de espacios, mucho menos caprichosos, ni de música para follar.
Ése es el único efecto de tus palabras en mí. De tus vacías palabras. De tus vacías y engañosas palabras. Déjame. No te soporto, ¿acaso no te has dado cuenta? No hagas que golpee mi cabeza con unas manos tan invisibles y ajenas como tú para así poder arrancarte de ella. Hazme un favor y actúa como si yo no existiera. Sé valiente por una vez y olvídame. No te necesito para sonreír a solas. De nuevo y como siempre. A solas. Déjame en paz. Déjame, por favor. Déjame.

No hay comentarios:

Publicar un comentario