viernes, 25 de diciembre de 2009

Normalidad absoluta

La normalidad más absoluta tiene mi cara. Mis labios. Mi lengua. Sin duda se ha apoderado de mi voz. Y de mis silencios. Me roba las palabras. Se crece ante el avance del tiempo. Se oculta en mi propia sombra cada vez que la busco.

La normalidad más absoluta comparte mis apellidos. Responde a mi mismo nombre. Fotocopió mi D.N.I. y lo guardó en su cartera. Es sorprendentemente descarada. Generalmente discreta. Excesivamente prudente. Vulnerable. Frugal. Huidiza. Resbaladiza. Tangible. Real y virtual. Es.




La normalidad más absoluta usa gafas cuando la coquetería femenina se lo permite. Come libros. Bebe canciones que hablan de abrazos fuertes que no dejan respirar. Sueña despierta. Sonríe con ojos miopes y suele charlar confiada. De risas. De risas. De todas tus risas. Y de sexo.


La normalidad más absoluta se acuesta con mi marido. Se levanta con él. Y hasta le hace el amor. Se vuelve inoportunamente palpable y le besa con ganas. Acaricia su boca. Le quiere siempre. Le ama casi siempre.


La normalidad más absoluta se ha instalado en mi casa. Se pone mi ropa. Estrena mis cremas. Se baña en mi olor. Calza mis zapatos. Lleva bolsos. Grandes. Enormes. Casi infinitos.


Créeme si te confieso que esa normalidad absoluta no miente. No juzga. Ni critica. No hace distinciones. Ni aumenta ni disminuye. No se queja. Reacciona. Vive. Vive. Vive. Y hace meses que dejó de fumar.

1 comentario:

  1. ¿Muy bueno? ¿Esto? Nooo, esto es normalito, ya sabes. En todo caso, lo de "muy bueno" te lo aplico a ti por haber inaugurado mis comentarios (conciso pero contundente, sí señor).
    ¡Gracias, Anónimo!

    ResponderEliminar