viernes, 25 de diciembre de 2009

Vacuna experimental contra la cobardía

Noticia de última hora. De ultimísima hora. Acaban de salir a la luz pública, pese a los supremos esfuerzos por ocultarlos, unos documentos secretos de un grupo de científicos militares que ha estado experimentando con humanos una vacuna contra la cobardía emocional. Las autoridades sanitarias del país aún no se han pronunciado respecto a esta abominación de la naturaleza. No cabe la menor duda de que esta terrible amenaza asolará el mundo. El propio. El ajeno. El interior. El exterior. La utópica creencia de que el ser humano pueda ser emocionalmente libre asolará tu mundo. El de familiares. Amigos. Vecinos. Mucho me temo que también asolará el mío. Una amenaza sin parangón que se cierne sobre nuestras ciudades como un enjambre de furiosas abejas. Sobre nuestros pueblos. Barrios. Casas. Apartamentos. Buhardillas. Sofás... Un momento. No. No puede ser. Sí, parece que es cierto. Enviados especiales confirman, desde los lugares más recónditos de este desahuciado planeta, que la población observa horrorizada y temerosa cómo los sujetos experimentales, mezclados desde hace años con las personas normales, se entregan a sus pasiones sin el menor pudor. Se ríen en público. Se abrazan. Incluso se besan. Hacen posible la amistad entre personas de distinto sexo. Salen a tomar copas en grupos de diversos miembros a cualquier hora del día sin ningún tipo de remordimiento. Van a cenas de empresa. Dejan a los niños con los abuelos para pasar una noche de cine y jacuzzi en pareja. Vibran con cada nueva caricia. Van al fútbol. Sienten deseos los unos por los otros sin que medie entre ellos más atadura que el afecto mutuo. Se confían sus vidas. Hablan de sexo sin ningún tipo de inhibición. Y hasta se rumorea que lo practican en privado de las formas más depravadas habidas y por haber. Las personas normales, atemorizadas porque este tipo de comportamientos sea contagioso, se atrincheran en sus casas. Se acomodan a sus vidas ante la pantalla de un ordenador portátil. Se autoconvencen de que las cosas no están tan mal a su alrededor. Se acostumbran a las costumbres. Huye, la población huye de la sensación de libertad compartida con otros congéneres que tampoco se sienten libres, pero que igualmente necesitan libertad. La gente normal ha olvidado demasiado pronto que nuestro mundo se deshumaniza a pasos agigantados. Los "normales" se convierten en esclavos de sus propias comodidades mientras sus pies se hunden poco a poco en el cemento fresco, impidiéndoles caminar. Y caminar, aunque sea dando tumbos y a la pata coja, se hace necesario para oxigenar la rutina. Al intentar dar sentido a sus acciones las desproveen de espontaneidad y pierden, pierden, no dejan de perder momentos gratuitos de placentera libertad.

Definitivamente, esa vacuna contra la cobardía emocional debería estar prohibida...

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