viernes, 25 de diciembre de 2009

"The Visitor" o el poder de las miradas de ojos oscuros

Esta noche he podido dormir de un tirón... por fin!! Mi cabeza es de ideas fijas (sólo ella, yo no) y se ha vuelto especialmente impertinente en las dos últimas semanas. Cuando se niega a desconectar, por muy cansado que se encuentre mi cuerpo, ella sigue haciendo de las suyas convirtiendo mis horas de sueño en una lucha continua contra las sábanas. Me destapo. Me tapo. Saco un pie. Lo meto de nuevo. Miro el reloj. Me desespero. Respiro hondo. Cuento ovejitas. Empieza a entrar luz a través de la persiana. Miro de nuevo el reloj. Me reconozco vencida... Y todo esto en el más profundo y desesperanzado silencio para no molestar a mi compañero de cama. En este calvario nocturno la sabiduría popular está de más: "Los que se acuestan en el mismo colchón...". Pero hoy será distinto, seguro. Me da igual lo que mi cabeza esté planeando, pienso dormir todas juntas las horas que llevo perdidas de sueño, le guste a ella o no. Esta noché será ella la gran perdedora. Porque sí. Porque quiero. Porque se lo merece. Y punto.


 
Hace un rato hemos llegado a casa tras una agradable y tranquila jornada de tapitas y cine con mi suegro. Nada que ver con la aburrida y tumultuosa mañana en IKEA (puag!!). Como la mayoría manda, Alberto, ante la tesitura de elegir entre la película propuesta por su padre y la mía, fue coherente y apoyó mi opción. ¿Ves?, en este caso no está de más el refranero: "...se vuelven de la misma condición". The Visitor. Una película de ésas capaces de transmitir sensaciones sin necesidad de palabras, sólo con el poder de las miradas. Sin ir más lejos, la soledad tiene los ojos claros y las comisuras de los labios dirigidas al suelo. Esa soledad "deseada" se oculta bajo gafas cambiantes, unas veces coloreadas, otras transparentes, a las que sus propios ojos se adaptan poco a poco hasta convertirlas en una máscara que llevar por bandera de cara a la galería. Esa soledad del protagonista de ojos claros asume su desdicha convertida en rutina como el que se mira al espejo y no se reconoce en él. Por su contra, la compaña tiene los ojos oscuros y las comisuras de los labios danzando ingenuas hacia las nubes. Esa compaña "desconfiada" tiene patas de gallo dibujadas por las ganas de caminar hacia delante, unas veces por el sendero más corto, otras por el más largo, pero siempre impulsadas por anhelos desvencijados por el tiempo que, sin remedio alguno, inundan sus ojos de lágrimas. La compaña que regalan los tres personajes inmigrantes de esta conmovedora historia no les resta ni un ápice de dicha. Porque se puede ser feliz deseando cumplir un sueño, compartiendo parte de tu tiempo con quien apenas conoces, buscando un abrazo fuerte de esos que no dejan respirar, dando sin esperar, guardando silencio cuando no hay nada que decir, gritando desesperado cuando las palabras faltan, susurrando un "no quiero que te vayas" a las puertas de un viaje sin retorno. The Visitor enseña que una simple mirada de ojos oscuros es capaz de trastocar el universo... aunque tan sólo sea por unas horas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario