viernes, 29 de abril de 2011

"Colibrí", un cuento de Francisco J. López Fernández

Cuando alguien se enfrenta por primera vez a la lectura de un texto, con independencia de la tipología del mismo, siempre debería de hacerlo con la emoción contenida del primer beso y, como aquél, sólo una vez saboreado sin prisas ni perturbaciones es cuando se estaría en disposición de emitir un simple juicio de valor: Me ha gustado o no.

Hace algo más de un par de meses cayó en mis manos, por una oportuna casualidad, una de esas historias que son para el ánimo como unas pastillas de menta para el dolor de garganta: Un verdadero alivio. Una casualidad en forma de cuento de la mano de una persona que, por encima de cualquier apreciación pasajera, posee la capacidad de convertir lejanas realidades en casi familiares. Como reza en el título de esta entrada, me refiero a “Colibrí”, de Francisco J. López Fernández, incluido al inicio de su novela La última salida (Ed. Vitela, 2010).

Cuando alguien escribe una historia que se cruza por su cabeza de buenas a primeras, una historia que no ha vivido en primera persona pero que irremediablemente forma parte de sí, es toda una suerte del destino poder sentarte tranquilo a escudriñar lo que de real y de imaginario concentran esas líneas. Pero cuando alguien deja constancia escrita de un acontecimiento que no sólo marcó muchas vidas de forma directa si no la suya propia de manera indirecta, un triste acontecimiento tan sumido en su conciencia que las palabras llegan a fluir de su pluma como las lenguas de lava que devastaron toda una región, entonces no queda más que respirar hondo, cerrar los ojos y agradecer a la providencia la posibilidad que te presenta en forma de cuento. Eso es "Colibrí", un río de lava candente que funde todo a su paso, un torrente de emociones que conmueve y remueve el interior del lector, un inocente destino truncado por un capricho de la naturaleza. Si tuviera que valorar la lectura de este cuento comparándola con la sensación que provocan los miles de primeros besos que se pueden dar al cabo de toda una vida, a favor de ésta debo decir que un beso nunca ha cumplido la expectativa prometida sin que antes de que pudiera considerarlo extraordinario su autor ya me resultara tremendamente aburrido. Lástima que en esta materia a los hombres les falte tanta imaginación.
“Colibrí” emociona con la sutiliza de los colores acuarelados en un inmaculado lienzo y es que, ante todo, Francisco J. López Fernández compone una narración colorista al estilo de las grandes obras precolombinas de una tierra que jamás debió de ser conquistada de una forma tan inhumana e impersonal. En esta breve composición las palabras se encadenan formando graciosas guirnaldas que una niña de grandes y expresivos ojos oscuros viene a regalarnos desde el más allá. La pequeña “Colibrí” se descubre más viva que nunca gracias a la sensibilidad de un hombre que, aunque nunca llegó a conocerla, fue capaz de dibujarla en mi cabeza con trazos muy precisos.

Sinopsis: Dando paso a La última salida, “Colibrí” relata al estilo colorista de la civilización maya las experiencias de un bombero en Santa Tecla, una humilde población de El Salvador, tras la erupción tan caprichosa como cruenta de un volcán. En la incansable y esperanzadora búsqueda de algún superviviente entre los restos de lodo, éste encuentra un pequeño cuaderno semienterrado que sirve de hilo conductor a este cuento que tanto recuerda al realismo mágico del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias y sus conocidas Leyendas. Esta historia fue escrita por el autor a su regreso a España tras participar en labores de rescate en el terremoto de El Salvador de 2001.

Francisco J. López Fernández

Esta extraña tarde de sueños perdidos dentro de un gran bolso verde de Springfield he cogido La última salida de su estante con la esperanza de encontrar la clave que me haga recuperar lo que creo perdido. Me he sentado en la mecedora con Guillermo en mis piernas y, acunados los dos por su suave y monótono balanceo, he comenzado a leer “Colibrí” muy despacito, tanto como para que su infantil entendimiento no perdiera detalle de lo que su mamá con tanta paciencia le deseaba transmitir. Se ha dormido, antes de terminar él ya se había dormido. Sin duda alguna su inocente cabeza había decido empezar ella sola a dibujar los primeros trazos de la pequeña “Colibrí”.

P.S. Por cierto, mi primerísimo primer beso no me gustó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario