Los días cambian de color. MIS días cambian de color. Intermitente. De continuo. Sin querer. Y aún queriendo. Con ganas. Sin ellas. De rosa a blanco. De blanco a negro. Con rotundidez. Sutílmente. Rápido. L......... e......... n......... t......... o......... en silencio. A GRITOS. Cambian de color con la facilidad con la que un prestidigitador hace desaparecer cientos de monedas entre sus dedos sin que el atento espectador descubra cuál es su secreto. Porque es imposible descubrir lo que no existe. Porque no hay secreto. Ni en la desaparición de las monedas del mago ni en el cambio de color de mis días. No lo hay. Tan sólo se trata de una habilidad traidora de la que no todos sabemos sacar partido. Por suerte o por desgracia.
MIS días cambian con la ternura de un abrazo sin brazos. Con la humedad pastosa de un beso con lengua. Con la violencia repentina de un golpe certero. Con el breve regusto amargo de un mal polvo. Con una llamada que esperas y no llega. Con una que llega sin esperarla. Mis días cambian unos tras otros como las cuentas de un collar. Todos cambian, todos, con el simple transcurrir del tiempo.
Gracias, Portadora de Sueños, por recordarme que existo más allá del arco-iris.