jueves, 15 de septiembre de 2011

Un premio "soñado"

Los días cambian de color. MIS días cambian de color. Intermitente. De continuo. Sin querer. Y aún queriendo. Con ganas. Sin ellas. De rosa a blanco. De blanco a negro. Con rotundidez. Sutílmente. Rápido. L......... e......... n......... t......... o......... en silencio. A GRITOS. Cambian de color con la facilidad con la que un prestidigitador hace desaparecer cientos de monedas entre sus dedos sin que el atento espectador descubra cuál es su secreto. Porque es imposible descubrir lo que no existe. Porque no hay secreto. Ni en la desaparición de las monedas del mago ni en el cambio de color de mis días. No lo hay. Tan sólo se trata de una habilidad traidora de la que no todos sabemos sacar partido. Por suerte o por desgracia.
MIS días cambian con la ternura de un abrazo sin brazos. Con la humedad pastosa de un beso con lengua. Con la violencia repentina de un golpe certero. Con el breve regusto amargo de un mal polvo.  Con una llamada que esperas y no llega. Con una que llega sin esperarla. Mis días cambian unos tras otros como las cuentas de un collar. Todos cambian, todos, con el simple transcurrir del tiempo.


Gracias, Portadora de Sueños, por recordarme que existo más allá del arco-iris.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Borderline


Si tuvieras que pedir un deseo, ¿pedirías el mismo que yo?

Aún no lo sabes, lo cierto es que nadie lo sabe, pero convivo desde hace algún tiempo con la angustiosa sensación de no estar haciendo las cosas bien. Quisiera confesarte que una extraña desazón se apodera de mi estómago y lo centrifuga con agua caliente hasta casi hacerme vomitar, pero nunca estás cuando te necesito. ¿Sabes?, no, claro, no si no te lo digo. Tengo un secreto, un jodido secreto agarrado a mis tripas, uno tan inútil como las horas que paso con las gafas puestas sobre la cabeza quejándome de lo mal que veo porque me da pereza limpiarlas. Quizás lo vería todo más claro si alguien se tomara la molestia de limpiarlas por mí, pero no, yo no tengo esa suerte, por eso me quejo.
Hoy me he reconocido, en los desvelos de las mañanas de insomnio, el temor de que unos dedos ásperos, al estilo de la piel de un melocotón, entren sin avisar en mi boca y permanezcan allí, arcada tras arcada, hasta hacerme vomitar la última confesión. ¡Qué asco! Sí, tienes razón, así me quedaría limpia del miedo por dentro pero manchada de él mismo por fuera. Entonces te irías, seas quien seas, te irías porque a nadie le gustan las mujeres sucias. Y me quedaría sola, sin remedio sola. Y lo tendría merecido.
Mientras la angustia de no estar haciendo las cosas bien centrifuga mi estómago, por mis comisuras babeo despistada un jodido secreto que deja tras mis pasos un rastro delator de mentiras y falsedades. ¿Y todo para qué? Pues básicamente para nada. Lo que se mantiene oculto nunca conduce a nada. ¿Sabes?, no, claro, no si no te lo digo. En el silencio de una tarde sin luna he decidido dejar morir ese secreto dentro de mí. Poco a poco. Tan poco a poco que no seas capaz de descubrir mi intención. Seré paciente. ¿Lo serás tú?