lunes, 9 de julio de 2012

CERRADO POR TRASLADO

Curiosos varios, amigos todos, en breve podréis encontrarme en el blog de mi WEB.

Os agradezco vuestra paciencia infinita y vuestro finito tiempo dedicado a la lectura incomprensible de mis modestas líneas.

Recibid un afectuoso abrazo fuerte fuerte (de los que no dejan respirar) de esta que escribe.

¡Hasta pronto!



Free Myspace Generators

jueves, 15 de septiembre de 2011

Un premio "soñado"

Los días cambian de color. MIS días cambian de color. Intermitente. De continuo. Sin querer. Y aún queriendo. Con ganas. Sin ellas. De rosa a blanco. De blanco a negro. Con rotundidez. Sutílmente. Rápido. L......... e......... n......... t......... o......... en silencio. A GRITOS. Cambian de color con la facilidad con la que un prestidigitador hace desaparecer cientos de monedas entre sus dedos sin que el atento espectador descubra cuál es su secreto. Porque es imposible descubrir lo que no existe. Porque no hay secreto. Ni en la desaparición de las monedas del mago ni en el cambio de color de mis días. No lo hay. Tan sólo se trata de una habilidad traidora de la que no todos sabemos sacar partido. Por suerte o por desgracia.
MIS días cambian con la ternura de un abrazo sin brazos. Con la humedad pastosa de un beso con lengua. Con la violencia repentina de un golpe certero. Con el breve regusto amargo de un mal polvo.  Con una llamada que esperas y no llega. Con una que llega sin esperarla. Mis días cambian unos tras otros como las cuentas de un collar. Todos cambian, todos, con el simple transcurrir del tiempo.


Gracias, Portadora de Sueños, por recordarme que existo más allá del arco-iris.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Borderline


Si tuvieras que pedir un deseo, ¿pedirías el mismo que yo?

Aún no lo sabes, lo cierto es que nadie lo sabe, pero convivo desde hace algún tiempo con la angustiosa sensación de no estar haciendo las cosas bien. Quisiera confesarte que una extraña desazón se apodera de mi estómago y lo centrifuga con agua caliente hasta casi hacerme vomitar, pero nunca estás cuando te necesito. ¿Sabes?, no, claro, no si no te lo digo. Tengo un secreto, un jodido secreto agarrado a mis tripas, uno tan inútil como las horas que paso con las gafas puestas sobre la cabeza quejándome de lo mal que veo porque me da pereza limpiarlas. Quizás lo vería todo más claro si alguien se tomara la molestia de limpiarlas por mí, pero no, yo no tengo esa suerte, por eso me quejo.
Hoy me he reconocido, en los desvelos de las mañanas de insomnio, el temor de que unos dedos ásperos, al estilo de la piel de un melocotón, entren sin avisar en mi boca y permanezcan allí, arcada tras arcada, hasta hacerme vomitar la última confesión. ¡Qué asco! Sí, tienes razón, así me quedaría limpia del miedo por dentro pero manchada de él mismo por fuera. Entonces te irías, seas quien seas, te irías porque a nadie le gustan las mujeres sucias. Y me quedaría sola, sin remedio sola. Y lo tendría merecido.
Mientras la angustia de no estar haciendo las cosas bien centrifuga mi estómago, por mis comisuras babeo despistada un jodido secreto que deja tras mis pasos un rastro delator de mentiras y falsedades. ¿Y todo para qué? Pues básicamente para nada. Lo que se mantiene oculto nunca conduce a nada. ¿Sabes?, no, claro, no si no te lo digo. En el silencio de una tarde sin luna he decidido dejar morir ese secreto dentro de mí. Poco a poco. Tan poco a poco que no seas capaz de descubrir mi intención. Seré paciente. ¿Lo serás tú?

domingo, 1 de mayo de 2011

II Concurso de Relatos Clearblue "Ilusión por ser mamá"

Escribir sobre la experiencia que supone ser madre me pareció la mejor manera de demostrarme a mí misma que ningún obstáculo, por grande que parezca, es insalvable. El nacimiento de Guillermo fue rápido, tanto que casi ni me di cuenta de que estaba inmersa en todo un mundo de contracciones irrefrenables. Al contrario del embarazo, aquél fue malo, peor que malo, pésimo y aún peor, pero de eso ya no me acuerdo, ¡PUF!, se esfumó en cuanto sentí su mejilla junto a la mía… ¡y aún faltaban los veinte puntos y las dieciséis grapas que me harán asegurarle dentro de unos años que sí, que digan lo que digan en el cole, él salió de la tripita de su mamá!
En ningún momento albergué la esperanza siquiera de ser finalista, sobre todo porque mi intención nunca fue ganar, pero como la vida a veces es maravillosamente imprevisible, pese a no tratar el tema con el empalague que se esperaba, gané… el tercer premio, más de lo imaginado.
Gracias al repentino arrojo que ha aflorado en mí desde hace algo más de cuatro meses, el martes doce de abril de dos mil once será una fecha más para recordar, con una sonrisa traviesa, cuando mis esperanzas sean tan livianas como un suspiro.


 
SETENTA Y CINCO DÍAS, TRES HORAS, CINCUENTA Y NUEVE MINUTOS Y TRES SEGUNDOS
 
“En este preciso momento hace exactamente setenta y cinco días, tres horas, cincuenta y nueve minutos y tres segundos… cuatro… cinco… seis… que muté, sin remedio, en una nueva especie. Una especie tan distinta a lo que recuerdo de mí misma que, algunas veces, debo mirarme al espejo durante un buen rato para asegurarme de que soy yo y no otra quien habita en mi propio cuerpo, menos terso, menos ágil y cuidado, pero mío al fin y al cabo. En este preciso momento hace exactamente setenta y cinco días, tres horas, cincuenta y nueve minutos y treinta y nueve segundos… cuarenta… cuarenta y uno… cuarenta y dos… que soy madre. Su madre.
Es curioso, desde entonces todo lo que sucede a mi alrededor se me antoja cuanto menos curioso. Y es que no sé por qué de la noche a la mañana mi colección de sofisticados perfumes ha dado paso, por puro instinto, a cantidades industriales de colonia de bebé, por supuesto sin alcohol, que me salpica de manera automática antes de salir de casa. Tampoco entiendo por qué he dejado de devorar novelas históricas desparramada en la comodidad de mi sofá para ser una ferviente consumidora de todo tipo de cuentos, muchos de ellos sin palabras, que no me canso de interpretar inspirada por el balanceo monótono de una mecedora. Atrás quedaron aparcadas las tardes de cine, palomitas y refrescos de cola light. Ya no necesito que nadie imagine por mí realidades alternativas porque mi cabeza está repleta de sueños color algodón de azúcar en los que él es el único protagonista. El café, ¡ay, el café!, ésa es otra novedad. Desde que me levanto hasta que me acuesto litros y litros de cafeína acompañan mis movimientos. Pero, ¡¿desde cuándo me gusta a mí el café?! Me hago mayor, me he hecho mayor sin saber cómo. Me he vuelto una ñoña que canta canciones de cuna, habla con media lengua y pone caras raras. Diplomada en cambio de pañal y licenciada en esterilizar biberones. De seguir así pronto acabaré doctorándome en la mejor carrera de la universidad de la vida. ¡Si mi madre me viera!
Nadie me lo ha podido confirmar, pero todo apunta a que las perspectivas cambian. A medida que pasan los días van cambiando irremediablemente de una forma casi mágica. Con apenas tres meses de vida, mi niño ha conseguido lo que yo misma no he logrado en casi treinta y seis años: Conceder importancia sólo a las cosas que en realidad la merecen. En este preciso momento hace exactamente setenta y cinco días, cuatro horas, dos minutos y doce segundos… trece… catorce… quince… que me siento la mujer más afortunada del planeta.

P.D. Mientras escribo estas líneas con una sola mano, Guillermo duerme tranquilo en mi regazo. Lo observo con una nueva mirada, arrugada, serena y limpia, mientras él, como intuyéndome, abre un ojito y me regala la sonrisa muda más extraordinaria del planeta. Y yo… tan feliz”.

viernes, 29 de abril de 2011

"Colibrí", un cuento de Francisco J. López Fernández

Cuando alguien se enfrenta por primera vez a la lectura de un texto, con independencia de la tipología del mismo, siempre debería de hacerlo con la emoción contenida del primer beso y, como aquél, sólo una vez saboreado sin prisas ni perturbaciones es cuando se estaría en disposición de emitir un simple juicio de valor: Me ha gustado o no.

Hace algo más de un par de meses cayó en mis manos, por una oportuna casualidad, una de esas historias que son para el ánimo como unas pastillas de menta para el dolor de garganta: Un verdadero alivio. Una casualidad en forma de cuento de la mano de una persona que, por encima de cualquier apreciación pasajera, posee la capacidad de convertir lejanas realidades en casi familiares. Como reza en el título de esta entrada, me refiero a “Colibrí”, de Francisco J. López Fernández, incluido al inicio de su novela La última salida (Ed. Vitela, 2010).

Cuando alguien escribe una historia que se cruza por su cabeza de buenas a primeras, una historia que no ha vivido en primera persona pero que irremediablemente forma parte de sí, es toda una suerte del destino poder sentarte tranquilo a escudriñar lo que de real y de imaginario concentran esas líneas. Pero cuando alguien deja constancia escrita de un acontecimiento que no sólo marcó muchas vidas de forma directa si no la suya propia de manera indirecta, un triste acontecimiento tan sumido en su conciencia que las palabras llegan a fluir de su pluma como las lenguas de lava que devastaron toda una región, entonces no queda más que respirar hondo, cerrar los ojos y agradecer a la providencia la posibilidad que te presenta en forma de cuento. Eso es "Colibrí", un río de lava candente que funde todo a su paso, un torrente de emociones que conmueve y remueve el interior del lector, un inocente destino truncado por un capricho de la naturaleza. Si tuviera que valorar la lectura de este cuento comparándola con la sensación que provocan los miles de primeros besos que se pueden dar al cabo de toda una vida, a favor de ésta debo decir que un beso nunca ha cumplido la expectativa prometida sin que antes de que pudiera considerarlo extraordinario su autor ya me resultara tremendamente aburrido. Lástima que en esta materia a los hombres les falte tanta imaginación.
“Colibrí” emociona con la sutiliza de los colores acuarelados en un inmaculado lienzo y es que, ante todo, Francisco J. López Fernández compone una narración colorista al estilo de las grandes obras precolombinas de una tierra que jamás debió de ser conquistada de una forma tan inhumana e impersonal. En esta breve composición las palabras se encadenan formando graciosas guirnaldas que una niña de grandes y expresivos ojos oscuros viene a regalarnos desde el más allá. La pequeña “Colibrí” se descubre más viva que nunca gracias a la sensibilidad de un hombre que, aunque nunca llegó a conocerla, fue capaz de dibujarla en mi cabeza con trazos muy precisos.

Sinopsis: Dando paso a La última salida, “Colibrí” relata al estilo colorista de la civilización maya las experiencias de un bombero en Santa Tecla, una humilde población de El Salvador, tras la erupción tan caprichosa como cruenta de un volcán. En la incansable y esperanzadora búsqueda de algún superviviente entre los restos de lodo, éste encuentra un pequeño cuaderno semienterrado que sirve de hilo conductor a este cuento que tanto recuerda al realismo mágico del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias y sus conocidas Leyendas. Esta historia fue escrita por el autor a su regreso a España tras participar en labores de rescate en el terremoto de El Salvador de 2001.

Francisco J. López Fernández

Esta extraña tarde de sueños perdidos dentro de un gran bolso verde de Springfield he cogido La última salida de su estante con la esperanza de encontrar la clave que me haga recuperar lo que creo perdido. Me he sentado en la mecedora con Guillermo en mis piernas y, acunados los dos por su suave y monótono balanceo, he comenzado a leer “Colibrí” muy despacito, tanto como para que su infantil entendimiento no perdiera detalle de lo que su mamá con tanta paciencia le deseaba transmitir. Se ha dormido, antes de terminar él ya se había dormido. Sin duda alguna su inocente cabeza había decido empezar ella sola a dibujar los primeros trazos de la pequeña “Colibrí”.

P.S. Por cierto, mi primerísimo primer beso no me gustó.