domingo, 10 de enero de 2010

Mathias Malzieu y "La mecánica del corazón"

"Ya no es más una salsa picante, nuestra historia, sino una sopa de erizos"

La tranquilidad que supone el saberse inmerso en una relación estable, una vez más, me lleva a experimentar cierto desasosiego emocional del que se deriva una ausencia total de capacidad para expresar con palabras lo que el solo tic-tacteo de mi imaginación es capaz de reproducir en vivas imágenes de colores. Siento, luego existo. Estoy segura de que en más de una ocasión (y de dos si me apuras) has tenido la misma sensación que ésta que escribe aunque, a fuerza de colocarte una tras otra mil corazas maltrechas, hoy vives acostumbrado a soñar en blanco y negro. Allá tú. Por mi parte, estoy convencida de que quienes se aferran a la rutinaria realidad con uñas y dientes lo hacen impulsados por un recelo innato a soñar despiertos. Tienen miedo. Miedo. Tanto miedo a que esos sueños infantiles de niño maltrecho y de princesita gafotas no se hagan realidad como a que, por causa de un destino insondable, se cumplan. "En una caza del tesoro, tan pronto como los resplandores de las monedas de oro empiezan a filtrarse por la cerradura del cofre, la emoción nos embarga y apenas osa uno abrir la tapa. Miedo a ganar".

La mecánica del corazón, del francés Mathias Malzieu, es una de esas maravillosas fábulas de niñas solitarias vestidas de prestado que esperan, recostadas en los brazos de su propia ensoñación, a que llegue pronto su príncipe transparente con los zapatos rotos de tanto caminar. Escrita al más puro estilo neogótico de las películas de Tim Burton, La mecánica del corazón nos recuerda, con cierta ingenuidad infantil, que en el juego del amor más son los que pierden que los ganadores. Las palabras, con una delicadeza extrema, se hilvanan a modo de pequeñas cuentas de cristal en una historia universal sobre anhelos y deseos, tiernos y pasionales, de quien ama más allá de lo humanamente comprensible. Pero en esto del amor, del amor verdadero que enreda y quema, los finales jamás están escritos. Y es que, sí o sí, nuestro simple corazón "como mucho es posible que resista la intensidad del placer, pero no es bastante sólido para aguantar los pesares del amor".

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Jack, un niño debilucho y frágil atado a un reloj de cuco para sobrevivir, conoce las inclemencias del amor de la mano de una pequeña cantante miope y testaruda cuyo recuerdo le llevará a cruzar parte de Europa en el ocaso del siglo XIX.


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