sábado, 26 de diciembre de 2009

El nudo de Salomón


Con los ojos cerrados me rindo. Caigo vencida bajo un amasijo de brazos y abrazos que atan y desatan pasiones arrinconadas, olvidadas por largo tiempo, aprisionadas tras una máscara pasada de moda. Una de esas pasiones palpitantes subyugadas a tu propio pensamiento, enajenadas, regaladas, saciantes y saciadas a partes iguales. Una pasión con nombre propio, el tuyo, que marca el ritmo de mis jadeos.
Con los ojos cerrados ardo. Ardo hasta consumirme. Y lo hago en ganas de una nada pasajera que me hace volar tras un nudo de piernas resueltas y dispuestas acostumbradas a correr. Unas piernas esbeltas que recorren la vida diez pasos por delante de mí con ese talante invisible y ausente, vencido, casi obediente, del que aparenta que ni siente ni padece porque sabe que continuaré en el mismo lugar.
Con los ojos bien cerrados te sueño. Sin cara. Sin cuerpo. Sin brazos ni piernas. Sin nombre. Eres tú sin serlo porque te sueño a mi manera. Valiente, presente, cercano. Y aunque corro y no te alcanzo, me contento con soñar que vuelo tras un nudo de piernas resueltas y dispuestas, esbeltas, acostumbradas a correr.

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